lunes, 15 de diciembre de 2008

A 25 años de fallida democracia: las lecciones que dejó Eduardo Camaño el mejor presidente argentino

Como presidente de la Cámara e Senadores asumió el poder, supo retirarse a tiempo: duró solo un día. Fue el presidente que menos pudo robar, no tuvo tiempo. Lecciones democráticas para no olvidar

Su fugaz paso garantizó su éxito 

Eduardo Camaño fue envuelto en un derrotero de luces y sombras, hoy se lo recuerda indudablemente como el mejor presidente en 25 años de democracia fallida. Nadie puede igualarlo, con apenas un día en el poder, supo retirarse a tiempo y se gano el mote de "el único presidente que no pudo chorear".

Sus compañeros de bancada lo recuerdan como un compañero de fierro, porque siempre se ponía duro y cuentan anécdotas de su paso por el Senado de la Nación: "recuerdo que era el senador que más tardaba cuando iba al baño - cuenta Rodriguez Terreta – siempre pedía más papel, y cuando debatíamos un tema importante se refugiaba en el migitorio". En tono festivo le celebraron el cumpleaños en el senado y sus propuestas eran bien vistas, como ese día de la fiesta "buscamos avisos clasificados y llevamos cinco locas de juerga, a él no le importaba si eras opositor, hacía el bien sin mirar a quién" narra Terreta.

En 2001 el país se prendía fuego y Camaño fue a comprar un bidón de nafta. Le cayó el poder en las manos y tuvo una cintura brillante para retirarse de ese hierro que le quemaba : "yo fui un presidente de transición -justifica Camaño- pero si la transición duraba más me retiraba antes, por su puesto" cuenta Camaño con fervor.

Para él el poder era un juego de niños al igual que para Menem que jugaba al trencito neoliberal con el que mató a varios civiles o al elástico más conocido como "flexibilización laboral" que dejo en la calle millones de argentinos. También fue un juego para Alfonín que con la patria se curó, educó, emborrachó, salió a robar, metió en cana y hasta se mató. De la Rua no fue la excepción ya que jugó al escape en "helicóptero loco" y a matar civiles en plaza de mayo. Duhalde jugó al represor ciego y mató a Kosteki y Santillán en la estación Avellaneda.

Camaño dio el ejemplo y sus lecciones de poder no deberán olvidarse. Si bien no fue un bebé de pecho, tampoco le hizo asco a la teta en su tiempo de senador. Otros prendieron fuego el país y carbonizaron la democracia.

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